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Velocidad
En este verano que acaba de irse, un buen día en la terraza de un bar un amigo nos contaba su primera ascensión al Cervino en veinte horas o más. Fue hace años, cuando era joven y la realizo con un grupo de elementos imberbes como él. Evidentemente cometieron todos los errores posibles debidos a la inexperiencia; demasiado peso en la mochila, desconocimiento de la ruta, nula planificación, exceso de optimismo, técnica insuficiente y debido a ello excesivo y lento aseguramiento, etc. Pero el clima fue benevolente con ellos, no tuvieron ningún percance y se lo pasaron en grande. Pocos días después de esta conversación se realizó el record del Cervino en menos de tres horas (Cervinia-cumbre-Cervinia). La velocidad es simplemente un desplazamiento por unidad de tiempo; lo que marca la diferencia de las dos actividades anteriores es el tiempo, la velocidad. Algunas veces podemos elegir, otras hay que ser más rápido.
El lema olímpico :“Citius, altius, fortius” (más rápido, más alto, más fuerte) da una clara visión de las aspiraciones humanas, tanto deportivas como de la vida en general. El ser humano necesita rebasar el límite de las cosas constantemente; lo que ya esta hecho ya no nos vale, hay que ir un poco más allá. El lema olímpico es una incitación a dar lo mejor de uno mismo, probarse en lo que ha sido imposible hasta ese momento. Las épocas evolucionan, los primeros intentos al Everest costaron años, ahora es cuestión de meses; muchas ascensiones o escaladas se planteaban con vivac, actualmente es cuestión de horas; para ir a los Alpes hacían falta unas vacaciones, hoy se puede ir en un fin de semana. Para un deportista física y técnicamente preparado conseguir un nuevo reto no es tan sólo posible sino necesario; alcanzar un grado más de dificultad, conseguir arrebatar unos minutos al crono es romper, metafóricamente, las cadenas que nos aprisionan. Quien puede subir al Aneto en un rato se aburre si lo hace a paso ochomilista en un tiempo más largo, parece que todo se hace más pesado.
Pero como estamos hablando de alpinismo no hay que confundirse: correr, no competir. No se trata de ser más rápido que la muchedumbre que nos rodea. Aunque ahora este de moda, lo cual nos bien a decir que algo tendrá de reñido con la calidad. La cuestión es ser rápido, por seguridad, porque nos gusta, porque podemos; saber por qué se corre. Y no estoy diciendo que los alpinistas no sean competitivos, que lo son. Lo que no encaja es la competición como evento, simplemente porque en alpinismo las reglas son otras, aunque algunos se empeñen en querer convertirlo en deporte. En alpinismo estamos solos y en un terreno de riesgo indefinido, nosotros somos responsables de nuestras decisiones, igualmente tampoco vale la ayuda exterior, es un juego de renuncias que hay que solucionarlo con nuestras propias manos. Y a partir de ahí seremos todo lo veloces que podamos.
Los ideales deportivos, o de existencia, están claros. Lastima que siempre el gusanillo verdoso del ego humano invierta los términos para poder auparse adonde realmente no llega. En las últimas décadas la evolución social del ser humano a pasado de todos podemos ser (igualdad, oportunidad, libertad) al mercadeo de que todos somos la hostia (ricos, guapos, inteligentes y sociales) lo cual, desgraciadamente, no puede ser, sólo lo podemos aparentar. Ya lo decía Pierre de Coubertin, aunque lo hayamos olvidado: “Lo más importante de los Juegos no es ganar sino competir, así como lo más importante en la vida no es el triunfo sino la lucha. Lo esencial no es haber vencido sino haber luchado bien”.