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Patagonia

Dani, con una cerveza en la mano y el pitillo humeante colgando de los labios, está consultando cinco webs de meteorología a la vez. Apunta, con la mano libre, todas las posibles diferencias en un papel. No se trata ya de saber si hará bueno o no, se trata de penetrar en la ciencia infusa del dios de la previsión del clima; la escalada que tendrá que realizar depende de unas sutiles precisiones. ¿Qué grosor de ropa escoger? ¿Cuántas gotas de agua llevar? ¿Cuándo dormir…si es qué quizás se duerma? Mientras unos discuten si llevar un saco para dos, dos cuerdas para tres, tres barritas para cuatro o cuatro piolets para cinco, otros se dedican a rebajar el peso del material todo lo humanamente posible: trozos de mochila que sobran, una hebilla del pantalón que no hace falta, un diente de crampón menos, el mango del cepillo de dientes...

Patagonia es un pequeño laboratorio del alpinismo del futuro. Su particularidad más dura; el clima, ha dado argumentos para que los escaladores se estrujen la cabeza, y así se consigan ascensiones en un lugar donde las posibilidades de lograrlo son mínimas. La roca es inmejorable, el hielo fantasioso, el viento satánico, las gentes afables y el paisaje espectacular. Como el tiempo del que se dispondá para escalar será breve, no queda más opción que optimizar lo mejor posible cada minuto. Para ello hay que escalar rápido y sin descanso hasta que el mal tiempo nos arroje de las montañas. Los principales parámetros son: una buena previsión meteorológica, efectividad en la escalada y el mínimo peso a transportar. El control del clima cambió con la llegada de internet a El Chaltén hace unos diez años, antes la única posibilidad de conseguir escalar era esperar en las cuevas de hielo a pie de pared, ahora se sale de una cara cama caliente sabiendo que hay unas cuantas horas de margen por delante. La disminución del peso es una demanda por parte de los atletas en todas las modalidades deportivas. Los fabricantes de material de montaña han conseguido reducir los gramos de una forma increíble; recordemos los alimentos, las botas o las prendas de vestir de hace veinticinco años comparados con los de hoy en día. Pero ahora la lucha esta en recortar el miligramo de donde sea; los porsiacasos ya no valen, cada partícula que llevemos de más estará con nosotros toda la actividad. Hay dos ventajas en este laboratorio, no hay altura, por lo tanto no hay problemas de aclimatación, y todo se resuelve en horas, no habrá más tiempo. Traspasar esto a las grandes montañas no es un sueño, es el futuro. Conforme las previsiones se ajusten más a lo que vendrá, lo que nos permitirá elaborar una táctica más acertada, y con el material ligero existente, se podrán intentar cosas más altas, más largas o más difíciles. El compromiso será grande porqué habrá que elegir entre lo que llevamos y lo que dejamos, pero al fin y al cabo ese es el bagaje de la vida.

Los asedios, las conquistas, las cuerdas fijas, los equipos pesados ya son reducto del pasado obsoleto. Quien ahora va dentro de las botas ligeras, con el mínimo material imprescindible colgando del arnés y una diminuta mochila con algo de agua y comida, tendrá que ser muy rápido y buen escalador. Disfrutará de la multitud de cartas a barajar en cada partida, y saboreará las valiosas decisiones y apuestas que tendrá que ir aportando a lo largo del juego. No será más peligroso que estar un mes en una montaña soportando avalanchas, será distinto, y por lo menos más deportivo y más limpio.

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