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Literatura
El penetrar en los templos siempre me ha dado miedo. Sean virtuales o no, son un santuario dedicado a alguna magnificencia oculta, a algún tipo de poder. Además, predominantemente están desiertos, en ellos no se ve a casi nadie, son como una capilla a lo extrahumano. Invariablemente la fría mirada que el sacerdote me brinda por mi intromisión me paraliza; es mi ignorancia que se enfrenta a la sabiduría de los tiempos embalsamados.
La bibliotecaria de la ENSA (escuela nacional de esquí y alpinismo francesa) me mira por encima de sus gafas con reprobación. Siglos de la historia de la montaña me observan, el templo de lo que el alpinista se supone que es me envuelve. Por otra parte, y al mismo tiempo, siento que hay que desconfiar de ese saber donde se acumula el polvo, y que a veces me parece que no nos lleva a ninguna parte.
Mi primera idea era confeccionar una lista; un top 10 o un canon de la literatura de montaña. Pero en cuanto hice mis primeras averiguaciones me encontré con que la dispersión de gustos era total, no existe ningún libro o libros que realmente destaquen sobre los demás, literariamente hablando. Tras esto, intenté cerrar un poco el abanico de posibilidades, elimine los libros técnicos, las recopilaciones históricas y los artículos sueltos en revistas. Me quedaron solamente las autobiografías, las biografías y las novelas de ficción. Pero aún así no había ningún tipo de acuerdo entre los montañeros a quienes indagué sobre cuales eran esos supuestos mejores escritos. ¿Por qué? Me pregunto. Por desgracia es obvio, la literatura de montaña es tan floja que no parece aportar nada verdaderamente con sustancia al mundo de las musas. En nosotros solo prevalece una relación de comprensión con el autor a través de lo compartido, de alguna manera estamos en el mismo juego; si es de nuestra tierra, si lo conocemos o tenemos amigos comunes, si hemos realizado sus ascensiones o hemos estado cerca, que la historia que nos cuenta se parezca a lo que nosotros mismos pensamos: el sufrimiento, la espiritualidad, la muerte, el héroe... Nos arrastra una aventura, pero no la literatura, no la forma en que esta contada esa aventura. ¿Como es posible que una vivencia tan intima como la de la montaña no aporte ninguna buena historia? Tal vez el problema esta en que quien la vive, muy a su pesar, no es capaz de contarla. Somos aventureros pero no escritores; podemos contar historias al lado del fuego pero no sabemos trasmitirlas en un texto. Esto queda claro en el hecho de que, dentro de la historia de la montaña, nadie ha sido capaz de narrarle de forma convincente al profano por que se va hacia las cumbres. Por otra parte los buenos escritores y traductores parece que de momento son incapaces de narrar la vivencia del alpinismo o interesarse en transmitirla.
Josep Anton Margalef, un reconocido científico español, en cierta ocasión dijo que todo ser humano, a lo largo de su vida, tenia que realizar su propia lista de logros. En esa ocasión el hablaba de datos científicos. Pero verdaderamente la lista que hayamos confeccionado con lo recogido en la vida reflejará lo que nosotros seamos en realidad. No es una lista de otros que intentamos imitar, sino la que uno mismo se confecciona día a día con lo que busca y encuentra. Por eso no daré ningún top 10 de literatura de montaña. Dejare que cada cual busque su camino en las montañas de libros. Que cada cual llene, y ordene, su propio templo y que los demás podamos mirarlo y saborearlo, si nos apetece.