Eckenstein, Eiger, Empotramiento, Encordamiento, Ensamble, Entrenamiento, Erebus, Escalada, Espinosa, Estasen, Estilo, Ética, Exposición, Expansión, Evola

Expansión

Estoy aparcado en un ramal de una pista forestal en un lugar donde supongo que no se me ve mucho, hago tiempo para ver pasar el todo terreno de los guardas cuando bajen; no tardaran mucho puesto que su horario laboral se acaba a estas horas. Mí intención es subir a escalar y taladrar una bonita línea que tengo mirada hace tiempo, un compacto espolón de roca rojiza.

Mientras espero comiéndome un bocata de atún y saboreando el caliente café del termo me sigo preguntando como afrontar esta nueva ruta. Tengo dudas sobre donde poner algún que otro anclaje, ya he intentado la vía en otras ocasiones y la roca en algunos puntos no ofrece muchas posibilidades de autoprotección. Taladrar es la solución fácil, tengo sofisticadas máquinas que lo hacen con demasiada rapidez, hace años lo hacía a mano y aún así he metido bastantes expansiones de todo tipo, pero ahora con los taladros modernos la cosa es mucho más sencilla, sólo hay que apretar un botón y la roca se convierte en polvo. Lo que se me plantea difícil es decidir dónde y en qué cantidad hacerlo y eso ya es más complicado para mi maquina mental de funcionamiento más lento. Hay ocasiones en las que lo veo claro: una reunión, un lugar con una mala caída, un itinerario de formación. Pero otras veces la cosa es compleja: ¿Taladrar cuanto? ¿Justo lo imprescindible? ¿Y qué es lo imprescindible para mí? ¿Y para los demás? Hay momentos en que realmente el placer está en aguantar unos metros más la tentación de colocar esa chapa, esa tensión que nos llevará a otra prolongación de nuestra mente es la que nos hace sentirnos vivos; ¿pero cuantos metros más? Hay quien habla de que hace falta una licencia para taladrar, otros recurren a que cada cual haga lo que quiera.

He metido en la roca pitones, buriles, espits, parabolts... pero me pregunto si volvería a hacerlo, inútil cuestión porque los tiempos son otros y ya no puedo volver atrás. Seguramente intentaría hacerlo mejor, ¿pero qué es mejor? Aparte siempre me he arrepentido más de los hierros que he metido que de los que no he llegado a poner, es más seguro tender a los mínimos. Realmente: ¿Hasta qué punto las dificultades son tan extremas que justifiquen el uso de materiales extremos?
 nos decía Bonatti. Sí esto que hago es escalar, y estoy aquí, en este deporte, por lo que me gusta la roca y el entorno donde se encuentra, cuando altero algo de ello estoy cambiando lo que me gusta, además habitualmente poniéndolo en una medida más baja de la original, la mía. Creo que no vengo aquí a hacer una actividad y marcharme, y olvidar lo que dejo atrás, vengo para quedarme en estos parajes; o... ¿tal vez no?

Yo también he convertido la montaña en un divertimento, en algo lúdico, en un deporte para todos. Pero aunque me lo pase bien en ocasiones estoy haciendo algo irreparable. Podría igualmente pasármelo bien haciendo menos itinerarios pero de más calidad, buscando como respetar el medio lo más posible; ¿no escalo para mí?, ¿o lo hago para la galería y mi ego? No estamos solamente en una instalación deportiva, aunque algunos se empeñen en ello. ¿No hablo siempre de que en la montaña hay algo más? Cada vez que hago un agujero en la roca es un acto sin marcha atrás, por ello me lo tengo que pensar bien antes de actuar. Cada vez me he tenido que ir más lejos a buscar parajes nuevos, solitarios; la roca se acaba, la presión humana aumenta día a día. No es un deporte que pueda ser mayoritario, no por elitismo, si no simplemente por que la naturaleza no puede con todos nosotros. Y si uno de mis parámetros es lo natural, no lo podré destruir, porque entonces estaré practicando otro deporte. Aparte de que en este mundo no estoy sólo y si no soy prudente con lo que hago alguien ajeno a mí acabara tomando cartas en el asunto y dictará sus normas y prohibiciones. Si a mí me gusta el alpinismo por lo que implica de descubrimiento, tendré que dejar los parajes como yo los encuentre para que los demás puedan disfrutar del mismo descubrimiento, y eso también incumbe a las vías. "Las expansiones son el asesinato de lo imposible" ha escrito Messner.

Me he comido el bocata y los guardas hace rato que se han marchado saludándome. La luz del atardecer invade poco a poco el bosque. Esta vez marcho de nuevo con las manos vacías, o quizá llenas de ideas. Mañana o pasado volveré con algún aguerrido compañero y tal vez logremos pasar dañando lo menos posible la roca.

info@edicionesverticualidad.com