Chacraraju, Chalten, Chamonix, Chang, Changabang, Charlet, Chatarra, Chaverri, Chimenea, Chomo Lonzo, Chogolisa, Chogori, Chomolungma, Chortem, Chouinard

Chomolungma

Es la Madre del Universo. Los nepalís como no podían ser menos en los años sesenta se inventaron el nombre de la Cabeza del Cielo: Sagarmata. Los invasores chinos, por su parte, reclaman el nombre que aparece en sus mapas con unos trecientos años de antigüedad: Qomolangna Feng. El poder del imperialismo europeo, en este caso Británico, a través del Gran Proyecto de Topografía Trigonométrica de la India, se dedico a explorar y cartografiar la en aquellos momentos colonia. Entre los muchos logros del proyecto se encuentra la localización y medición de las montañas más altas del Himalaya y Karakorum. En un determinado momento se encontró un pico marcado como "Pico XV" que parecía ser el mas elevado del planeta. Poco después a algún funcionario pelota se le ocurrió ponerle el nombre de su jefe: George Everest.

El ser humano tiene la necesidad de comprender el mundo y dominarlo para poder vivir en el, para ello necesita organizarlo poniéndole nombre a las cosas. El sistema de los nombres es la primera clasificación del mundo, la primera ciencia, a través de el podemos conocer la realidad; sabemos así donde estamos y donde nos movemos. Un mundo sin nombres no es un mundo, un pensamiento sin palabras no existe. Sin los nombres no sabríamos a que montañas acudimos, o donde se encuentran, o por donde ascenderlas: el Aneto (Nethou para los franceses) por Aigualluts o por Coronas. Cuando sabemos el nombre de una cosa nos quedamos tranquilos. Creemos que bajo de cada nombre hay una cosa y que cada cosa tiene su nombre que la identifica y así conociéndola nos es mas familiar, menos peligrosa. Las montañas son ambivalentes, contienen lo sagrado y lo demoniaco. En todos los continentes existen Montañas o Montes Blancos como símbolo de lo puro. Los nombres de la maldad son mas variados pero igual de extendidos: Torre del Diablo, Montes Malditos, Picos del Infierno, Monte Disgrazia, Monte Terror...Es necesario nombrar, también podría valer numerar es el mismo acto pero menos estético e imaginativo. Hay nombres interesantes que nos remiten a una forma, a una situación, a un color o al recuerdo de una imagen escondida en sus líneas: Forcanada, Pedraforca, la Momia, el Puro, el Huso, el Hueso, Sierra Negra, Peña del Medio Día, Chacraraju (montaña arada), Peña Olvidada, Peña Vieja, Jungfrau (doncella), Monte Perdido...Hay otras que su imagen es totalmente diáfana: Gran Tetón, Caball Bernat (carall trempat-carajo erecto), Shivling (Shiva lingam-pene bífido se Shiva).

Pero a poco que profundicemos perdemos la fe en el valor de la mirada del mundo implícita en la lengua. Nos asusta la fuerza de la palabra del poderoso, se usan los nombres para marcar el territorio. Nos desazona cuando cada hombre o grupo de hombres usa cada palabra para cosas muy diferentes, o nombran las cosas de distintas maneras para apropiárselas. Así surgen montañas con diversos nombres: Cervino (en Italia) o Matterhorn (en Suiza), Picu Urriello o Naranco de Bulnes, Kunbakarna o Jannu o Phoktanglungma, Chogolisa o Bride Peak, K1 o Masherbrum, K2 o Chogori (montana grande) nombre así mismo totalmente inventado en la modernidad puesto que los baltis llaman así a diferentes montañas. Conforme nos alejamos de esa relación imagen-realidad nos encontramos cada vez con palabras o nombres mas aleatorios o dispares de las cosas. Así ocurre con la montaña cuando se le colocan nombres que ya nada tienen que ver con ella. El máximo exponente de ese  antropomorfismo, de la degradación de la naturaleza y pretensión de superioridad humana es el bautismo de las cumbres con nombres propios de personas. Debemos comprender que las cosas existen sin los nombres. Es bien fácil ver que, por mucho que se cambien los nombres las cosas, los hombres, las montañas siguen siendo lo que son. Ejemplos de esa estupidez humana son nombres como: Fitz Roy (Cerro Chalten), Cook (Aoraki en maori), Mc Kinley (Denali) y otros muchas como; Russell, Beraldi, Margarita, Mummery, Sebas...

Las palabras nos guían en el mundo, pero también nos extravían. No nos entendemos sin las palabras, nos entendemos mal con las palabras. Bajo distintas palabras hay lo mismo, bajo una misma cosas diferentes. Nos ayudan a conocer, nos ayudan a combatirnos. Llevan a inventar y confundir, a disimular y a la verdad, a la fantasía y al enfrentamiento, a saber y a mentir. Están al servicio de la ciencia y del pensamiento, y del odio, y sobre todo de la duda. Nos humanizan, para lo bueno y para lo malo. Por ello habría que usarlas con el máximo cuidado, con la máxima honestidad, sobre todo cuando bautizamos cosas que no son nuestras.

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