Los conquistadores de lo inútil
Sin duda alguna ya solo este conocido título es la imagen más conseguida para explicar qué es realmente el descubrimiento de la montaña: Los conquistadores de lo inútil. Esta frase define perfectamente toda la ilógica aventura que supone el deporte del alpinismo, Terray supo ver esa banalidad que hoy en día llena el ego de tantos que quieren vender lo inaprensible de ese viento sutil de las cumbres.
Nacido en Grenoble, Lionel Terray (1921-1965), era granjero, guía de montaña, profesor de esquí, conferenciante…, uno de los principales alpinistas tanto de su época como de la historia del alpinismo. Paso toda su vida al pie de los Alpes, realizo primeras ascensiones e importantes repeticiones en las montañas de su entorno para después viajar por todas las cordilleras del mundo: primeras ascensiones al Fitz Roy (Cerro Chalten) 3405 m en Patagonia, al Chacrarraju 6113 m en Perú, al Monte Huntington en Alaska o al Makalu 8463 m en Nepal. Además fue componente de la expedición francesa que subió al primer ochomil (Annapurna 8091 m) y participo como escalador en la mítica película de montaña de Marcel Ichac Les étoiles de Midi. Al final murió en un accidente de escalada en las paredes del macizo del Vercors, cerca de su ciudad natal.
En el libro nos cuenta su vida, desde el nacimiento dentro de una familia burguesa que no comprendía su incipiente afición. Pasando por el descubrimiento de la montaña como escalador y más tarde en su faceta de granjero en Chamonix. También nos habla del mundo del esquí de descenso donde compitió y gano importantes carreras dentro de Francia. Relata los cruciales días de la guerra 39-45 en los Alpes, enrolado en las filas de las tropas alpinas, fue un paréntesis en el mundo de la escalada pero no dentro de su pasión por las cumbres. Sus cursos de formación y su trabajo como guía de montaña, en una época en que se empezaba a desarrollar está profesión. Su participación en el épico rescate del italiano Corti en la cara norte del Eiger, aislado en la parte superior de la pared. Sus aventuras en montaña que marcaron toda su vida, las escaladas de las míticas caras norte de los Alpes (Eiger, Jorasses…) que fueron de las primeras repeticiones, un mundo salvaje por conocer que en aquellos años era una aventura completa. Terray vivió lo que podríamos llamar los años de la invención moderna de este deporte, es decir, la época de invención de nuevas técnicas y materiales que hacían caer constantemente los itinerarios “imposibles”. En todo momento supo ver nuevos proyectos en lugares nuevos o lejanos. Su motivación no disminuyo y supo hacer avanzar este deporte constantemente, alternando su afición y su profesión de guía. El libro llega hasta un año antes de su muerte.
El relato es una autobiografía en primera persona. Su narración, principalmente formada de frases cortas y claras, nos transmite sobre todo pasión, sencillez y humildad. Una arrolladora vitalidad, es como si el protagonista se viera acuciado por el tiempo y tuviera que escalar todas las montañas del mundo. Tal vez, como todas las generaciones que no tienen nada ya que empiezan con una gran hecatombe, porque tienen todo el mundo por conquistar y quieren verlo todo. La primera parte del libro, de descubrimiento y aprendizaje, es la más intensa y emotiva, la época heroica de la conquista de las paredes más importantes de los Alpes. Quizá esto ocurre por ser lugares más cercanos físicamente y que comprendemos mejor, o por ser el periodo de formación de Terray y cada nuevo reto nos supone un paso más en un mundo nuevo. Es un texto que debería leer cualquiera que quiera saber algo de la historia alpinismo, una de las autobiografías más interesantes sobre la pasión de la montaña.
El libro se cierra con una reflexión que nos define toda la vida del autor siempre vinculada a la montaña: «Si en realidad no hay ninguna roca, ningún serac, ninguna grieta que me esté esperando en algún lugar del mundo para detener mi carrera, llegará un día en el que, viejo y cansado, encontraré la paz entre los animales y las flores. El circulo quedará cerrado, y por fin seré el simple pastor que añoraba ser en mis sueños de niño».
Jordi Corominas