Bájame una estrella
«Y a veces sueño con una casita en el campo y un príncipe azul. Pero en el fondo sé que no puedo; me falta valor para afrontar la vida cotidiana, la rutina de un trabajo o el compromiso de un amor; nací pájaro y miro con envidia a la gente que es feliz en la tierra, como el rebeco mira con nostalgia el vuelo de las águilas».
Miriam
Estábamos en los Mallos de Riglos en la primavera de 1990. Era por la tarde y seguramente debía de ser domingo, porque recuerdo, que había más gente escalando pero todo el mundo ya había desaparecido, y después marchamos cada uno de nosotros a nuestras respectivas casas o escaladas en algún otro lugar, en aquella época seguíamos la vida del vagabundo escalador siempre que era posible.
Éramos, Miriam y Risi, algún escalador navarro y nosotros, nadie más. No recuerdo que hubiese mucha gente, todo el mundo había marchado. Nos juntamos en un local del pueblo de una forma improvisada para ver las diapositivas del último viaje realizado por Miriam. La conocía porque en aquellos tiempos escalábamos mucho en Navarra. Además Miriam había nacido en Tafalla, no muy lejos de donde yo vivía por aquel entonces. Las diapositivas pertenecían a sus escaladas en Mali, concretamente en la Main de Fatma, espectaculares torres y agujas de los montes Hombori que se levantan en medio del desierto. También aquí oímos hablar por primera vez de su nuevo proyecto en la India: el Meru Peak.
Después del pase de diapositivas hablamos sobre proyectos y nos deseamos mutuas suertes en nuestras escaladas, ya que ellos partían en breve. Nos despedimos y no sabíamos que era para siempre. Miriam tenia 27 años. «En algún momento elegí y ya no tiene remedio, no tiene sentido mirar hacia atrás o hacia delante».
Cuando alguien desaparece joven su imagen queda congelada en el tiempo para siempre, es alguien que no envejece, mientras en los demás el tiempo va dejando las huellas de su paso. En las fotos, en los dos videos de El Filo de lo imposible (Gallinero en Ordesa y las gargantas del Verdon en Francia) Miriam a quedado detenida en el tiempo, es la imagen de la juventud y las ganas de vivir escalando. «Pero la vida está aquí, y el precio de la libertad es la soledad, y el precio de ser pájaro la esclavitud del viento».
Hace 25 años apareció Bájame una estrella. Son los retazos de un diario, de un largo viaje de siete meses cruzando América de norte a sur, gracias a una beca del gobierno de Navarra. Casi todas las obras de montaña son biográficas, alguien cuenta sus aventuras. Pero aquí Miriam lo que nos cuenta son sus sentimientos. Son flashes, aforismos, impresiones, pinceladas de lo sentido en el viaje. Es también una obra inacabada, la dejo en Desnivel como una idea a pulir. Pero tal vez esa sencillez de esbozo es lo que le da una frescura de obra acabada de forjar, aunque hayan pasado los años desde su creación. Las ilustraciones de Mónica Serentill, escaladora y profesora de la Escuela de Arte de Vitoria-Gasteiz, tienen el mismo sabor de boceto que ayudan a la obra a mantener esa frescura de cuento, de viaje en busca de la libertad. «Elegí la libertad como compañera de viaje y ella no sabe de ternura y soledad».
A diferencia de otras obras de montaña aquí no hay hazañas deportivas, ni héroes inspiradores, ni sufrimientos sin fin. Es la sencilla historia de quienes son ellos, de su viaje como ventana al sorprendente mundo y el anhelo total de libertad. Miriam expone su alma sin ningún reparo, sin ninguna dialéctica; es como una caricia o una brisa de montaña. Pocas obras son así en la literatura de montaña, tal vez la que más se le parezca sea ¡Eh, petrel! de Julio Villar, también un viaje, un viaje en barco, un diario de conocimiento de la sencillez, de la simplicidad de la libertad.
Un sencillo recorrido por una juventud que busca saber quien es y que es el mundo: «Por la cabeza me pasan los viejos valores del alpinismo tan desgastados y omnipresentes. No existen; ni ética, ni leyes, ni medidas…solo unas personas más o menos buenas, más o menos mediocres».
Jordi Corominas